Etapa 10. Cabo Barbas-Cerca de Dajla.

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Hoy podemos tomarnos algo más de tiempo para salir. Entre otras cosas, tenemos que intentar reparar mi transmisión. Ya de paso, miraremos a ver por qué el bloqueo central salta solo. Examinamos la transmisión y vemos que las dos crucetas del doble nudo están para tirar, pero además, el nudo central tampoco tiene buena pinta. Habrá que ver si es salvable. Gus y Garmen se centran en la transmisión, y mientras, Adri y yo empezamos a mirar la palanca de la transfer. Por alguna razón que aún desconozco, la palanca no hace el movimiento completo, y deja el bloqueo a medio meter, por lo que, al mínimo esfuerzo, éste salta. No vemos forma de ajustarlo y lo dejamos para cuando esté en casa y tenga más tiempo y más medios para mirarlo bien.

Gus y Garmen han ido desmontando las crucetas, y Al-Yawara, a la vuelta de comprar el pan y hacerse una foto con un mojón kilométrico de la carretera, saca dos crucetas de recambio de su coche.


A todo esto, se arrima a nosotros un chaval subsahariano que andaba por allí. Supongo que a cotillear, como hace mucha gente por allí, pero en seguida empieza a ayudar en pequeñas cosas: a sujetar una pieza, a agarrar de allí o de allá, y en un momento dado, cuando Gus está empezando a montar las crucetas, el chaval parece que le va leyendo la mente y le da la pieza que necesita cuando la necesita. Este chaval sabe lo que está haciendo.

El nudo central parece que sí va a salvarse. Es un trabajo de relojería, colocar todas las agujas del rodamiento, engrasar todo y volver a montar.

Cuesta un poco, pero Gus y Garmen, que son unos hachas, por si no lo había dicho ya, lo consiguen tras unos pocos intentos. Finalmente, se termina de montar la transmisión, se engrasa en condiciones y Garmen la monta en el coche.

Antes de irnos, le damos al chaval una coca-cola (él quería una cerveza, pero un colega suyo le disuade) y una propinilla. Finalmente, repostamos en la gasolinera contigua al hotel, y salimos. Comienza el regreso, aunque aún queda un largo camino, y empezamos por carretera.


Tras varios kilómetros rumbo Norte por la carretera, entramos a la playa. Hay un arenal espectacular, y un cordón de dunitas de 30-40 cm, pero es todo arena blanda.

Así que tras algo de esfuerzo, conseguimos meter los coches en la playa.


La marea está bajando y hay pocas olas. Además, ya empieza a hacer calor (algo menos de los 30 grados que hemos tenido estos días de atrás) y algunos nos damos un baño en el Atlántico, en una playa kilométrica completamente virgen. 


En la arena hay muchas conchas, y con sorpresa descubrimos que casi todas están ocupadas por cangrejos ermitaños.

Es casi la hora de comer, así que sacamos las cosas, y mientras estamos preparando algo rápido, viene un chico con dos perros y nos dice algo de “zona militar” y saca un móvil para llamar a alguien. Al rato viene un militar andando y nos dice que estamos en zona militar, que tenemos que salir de allí, pero que esperemos a que venga su jefe para que nos lo explique. Le damos la lista y finalmente nos deja marcharnos sin que venga su jefe. Seguimos por la playa y buscamos la salida a la carretera.

Hay que atravesar una marisma que está seca porque ha bajado la marea. Al principio está bastante dura y podemos circular por ella. De repente, Gus dice por la radio que se está hundiendo en el barro y consigue dar la vuelta con el barro alcanzándole ya las llantas. Salimos de allí y buscamos otra salida. Se ven rodadas en dirección a la carretera y las seguimos, pero al cabo de un kilómetro, el barro se ablanda de nuevo, y tenemos que darnos la vuelta otra vez. Seguimos por la carretera. 

Ya atardeciendo, a la derecha, a lo lejos, vemos la península de Dajla, y distinguimos los edificios. RPodio asegura que no es Dajla, que tiene que ser una isla, que la ciudad está más al Norte y que estamos muy lejos aún. Se apuesta una cerveza, y la pierde, porque mirando bien en el mapa, comprobamos que sí que estamos pasando a la altura de Dajla. Vamos a buscar el sitio marcado para la acampada, cerca de un poblado de pescadores, pero hace muchísimo viento y la zona está bastante sucia. Vamos a un punto marcado en el mapa como “bivouac libre”. Allí sólo hay dos o tres autocaravanas y una lonja de pescado. No nos convence nada. Sigue habiendo el mismo viento y además allí huele a pescado. Nos vamos a ir a acampar algo más al interior, que estará más resguardado del viento y seguro que hay menos humedad. Al salir a la carretera, paramos en un bar a cenar. Compramos la carne, nos la hacen a la parrilla y pedimos algún tajine más. Después de cenar tiramos por una pista que se dirige hacia el interior, y pasados un par de kilómetros encontramos una explanada adecuada, aunque sigue habiendo viento. Montamos las tiendas detrás de los coches y rapidito a la cama, que es muy tarde ya.