Etapa 8. Ausserd.

Etapa anterior: Etapa 7: Bir Anzarane

La ruta de hoy es algo más corta. Nos entretenemos más en el desayuno y en recoger, y salimos más tarde. Continuamos por hamada, pero, poco a poco, el paisaje va cambiando. Hay alguna montañita.





Vemos el primer cartel de aviso de zona minada. Poca broma con ésto.

Seguimos por la pista y llegamos a un espectacular lago seco de cristales. Pensamos que es sal, pero cuando lo miramos bien, no lo es. Parece mica. El sol se refleja en los millones de cristales que llenan el suelo. Es un espectáculo natural inigualable. La foto no le hace justicia.

Seguimos un rato, y llegamos al Trópico de Cáncer, 23º27’. Tan al Sur estamos yendo.

A partir de aquí, las pistas se borran por falta de uso. Afortunadamente, tenemos los tracks de alguien que ya ha pasado, los waypoints de las pistas de Gandini y los que marcó Gus. Aún así, tenemos que enlazar los puntos de la ruta mediante la sofisticadísima técnica de navegación del “tótieso”, que consiste en enfilar el rumbo del siguiente waypoint y llegar a él esquivando los obstáculos que te encuentres. La zona está plagada de huellas que se dirigen en todas las direcciones posibles, menos en la nuestra.

El paisaje hoy es cambiante. A veces, hamada; a veces, arena; a veces, piedras; otras, montañas y ovejas. Un pastor solitario que cuida de su rebaño. Y camellos, bueno, dromedarios.

Tomamos otra pista del Dakar. Aquí nos separamos un poco y después de un desvío en el que las huellas están prácticamente borradas del todo, paramos para reagruparnos. Hemos llegado al límite del contacto radio y no conviene separarnos más. Vemos pasar un helicóptero. Nos preocupa porque estamos en zona militarizada. Gus ve algo raro en la alineación de las ruedas delanteras de mi coche, así que levantamos con el hi-lift. Pivote derecho dañado, pero aún aguanta bastante. Pivote izquierdo kaputt... Vamos a continuar con mucho cuidado hasta que podamos reparar esta noche. Nos dirigimos a Ausserd, antiguo puesto militar español, ahora utilizado por el ejército de Marruecos. También hay ahí un cuartel de la MINURSO, la Misión Internacional de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental.

De repente, la pista se vuelve mucho más marcada en la arena. Pero las rodadas son demasiado anchas. Por aquí pasan los camiones militares. Ahora sí que la cosa se está poniendo seria.

Los rastros militares son cada vez más numerosos. Pasamos cerca de una haima, y salen corriendo dos chavales, uno de ellos enfundándose la camiseta del uniforme militar. Parada inmediata. Casi no hablan francés. Nos preguntan de dónde venimos y adónde vamos: de Bir Anzarane a Ausserd. A la pregunta de por qué, porque somos turistas. No hay problema. Nos dejan pasar. Intentamos gastarle una broma a los que vienen detrás, y nos arrodillamos tras los coches, con las manos en la nuca. “¡No preguntes nada! ¡Para el motor y bájate del coche!” “¿Queréis dejar de hacer el gilipollas?” No cuela, no se lo han creído. Seguimos por la pista y, de repente, nos sorprendemos a nosotros mismos circulando por las pistas interiores de la zona militar, entre camiones del ejército y carros de combate. 

Un soldado, en la puerta del cuartel, entra corriendo al mismo. Discretamente y como si no fuera con nosotros, nos dirigimos hacia la carretera, cuando nos encontramos una garita con tres militares, uno de ellos con galones, y la barrera. Detrás, la carretera. Mismas preguntas: de dónde venimos, de Bir Anzarane, adónde vamos, a Tichla (cambiamos de destino porque ya estamos en Ausserd), en la carretera a la izquierda, sí, somos turistas, déjanos la lista con los datos del grupo, ¿hay gasolinera aquí?, sí, en la carretera a la derecha, buen viaje, buenas tardes. Y nos dejan salir de la zona militar. Sí, habéis leído bien, salir.

Al entrar en la ciudad por la parte de las montañas, sin saber cómo, nos hemos metido en las pistas militares, sin pasar por ningún otro control que no fueran los soldados de la haima de antes. Supongo que el helicóptero de antes nos vio, anunció nuestra presencia, y ya nos estaban esperando. 

En la carretera, salimos hacia la derecha para ir a la gasolinera, y nos damos de bruces con el control de los gendarmes.

No entienden muy bien por qué venimos de la zona militar, ni por qué nadie nos ha dicho nada. Mismas preguntas, una y otra vez, pero esta vez, la respuesta es diferente: está terminantemente prohibido ir a Tichla, tanto por la carretera, como por la pista. Nos advierten de que si no les hacemos caso, irán a buscarnos y nos llevarán detenidos ante la Prefectura General de Dakhla. Y no lo están diciendo de broma. Les decimos que nuestro destino final es Bir Gandouz y nos indican el camino por la carretera, todo recto hasta la última rotonda, allí, a la izquierda, no tiene pérdida. Avisan al encargado de la gasolinera, que arranca el grupo electrógeno para poder repostarnos. Rellenamos los depósitos, y alguno, los jerrys. En el bar preguntamos si nos hacen de comer, pero no tienen comida suficiente para los 12, así que les pedimos permiso para sacar nuestra comida. Eso sí, la bebida se la compraremos a él. Y el té también. Ponemos una pegatina del Club en la puerta de la tienda. Es la única. Se nota que por aquí no viene nadie que no sea gendarme, militar o de la ONU. Viene un helicóptero de la ONU y aterriza en la base de la MINURSO.

Después de comer, salimos por la carretera, dirección Dakhla. Hablamos por las emisoras y sometemos a votación si seguimos, o tomamos una de las alternativas que teníamos por si nos prohibían la pista que, efectivamente, nos han prohibido. Por mayoría decidimos tomar una de las pistas de Gandini. No nos lleva a Tichla, por lo que podemos estar relativamente tranquilos. Breve parada para que Al-Yawara sujete los jerrys en condiciones en el techo del coche. Se van volcando cada poco y vertiendo gasoil en el coche. Además, a Eb4cuv y Jony, se les ha roto la baca. Llegamos al punto de acampada de la alternativa. Reparamos mi coche. En un santiamén, está la rueda en el aire y, muy poco después, fuera mangueta, palier y homocinética. Los rodamientos del pivote, hechos trizas. Gus lleva uno usado de repuesto. Entre Garmen, Adri y Gus, lo montan, engrasan la homocinética (casi completamente seca), se ajusta el pivote, se monta todo y se baja el coche.







De verdad, no tengo palabras para agradecer a estos tres “monstros” el haber dedicado tanto tiempo a reparar mi coche. Yo, con menos que eso, lo habría mandado ya todo al carajo, y habría pedido al RACE que me sacara de allí, pero la gente que forma parte de estos viajes son gente realmente excepcional, de los que te puedes fiar en las situaciones más duras. 

Después de acabar con mi coche, aún sacan ganas y tiempo de soldar la baca de Eb4cuv. 

Cena, hoy no hay hoguera tampoco, pero sí charla. Conviene comentar lo acontecido hoy y una breve reflexión sobre ello. Y a todo esto, Al-Yawara no deja de preguntar si llegaremos al Cabo Barbas.

Continuará...

Etapa 9: Cabo Barbas